
A veces, los muros vistos desde la distancia lenta que anda el tiempo, apenas se ven como murallitas. Pero hoy, desde tan cerca, siento su fría verticalidad cerrando mis pasos, y con desespero pero sin desánimo arrastro mis manos por su aspereza en busca de una rendija que me permita asomarme a soñar.
Y mientras la encuentro... sueño que sueño. Y te lo cuento.
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