viernes, 23 de octubre de 2009

Historia real.

Un día un notario llegó a trabajar como de costumbre. Pero ese día le esperaba un trabajo especial. Una clienta había solicitado sus servicios para una tarea nada habitual. Recogido el encargo, salió de su oficina y visitó a la tendera del supermercado del pueblo a la que entregó mil doscientos euros. Después fue a ver al carnicero y le hizo entrega de otros mil doscientos euros. Así, visitó a conductores de autobús, dependientes, enfermeros,... hasta completar la larga lista de hasta doscientos nombres que le había dejado antes de fallecer una anciana de ochenta y seis años que fue anotando el nombre de todas aquellas personas que desinteresadamente tuvieron pequeños detalles con ella que tanto le facilitaron el día a día.
Este ha sido su modo de contribuir a ampliar la sonrisa de aquellos que le regalaron vida en vida.

1 comentario:

Nomar Nauj dijo...

Muy bueno tu blog, este e Imágenes apalabradas, me gustan, los visitaré a partir de hoy.

Gracias.