lunes, 19 de octubre de 2009

El nepotismo en el siglo XXI.

Escuchen esta historia.
Jean Sarkozy tiene de 23 años y es hijo de Nicolás Sarkozy. Acabó primero de Derecho en 2007 en La Sorbona con una nota media de seis. En 2008 suspendió segundo en junio y en septiembre volvió a suspender. Ahora el muchacho no va a clase porque no tiene tiempo. Su ascenso en la política francesa se lo impide: con esa edad y ese curriculum es diputado en la región de Hauts-de-Seine y concejal en acomodada localidad que linda con París y, además, aspira con grandes posibilidades a presidir la Epad, el organismo público que regula el desarrollo urbanístico de La Défense, un importante barrio de negocios, símbolo del poder financiero y económico de París.
¿Tendrá algo que ver su padre? Malpensados.
Faltaría más, padre e hijo se conocen bien. Cuando Nicolás Sarkozy se divorció de su primera esposa, Jean tenía cinco años. Desde entonces se han visto los fines de semana para jugar al fútbol en los parques de los barrios ricos de París, y todos los miércoles, cuando quedaban para comer. Conocerse no sé si se conocen pero no dudaréis que al menos se han tratado. A Jean lo crió su madre, protectora, adinerada, de barrio exclusivo, ferviente católica amante de las obras de caridad, enamorada del ascenso imparable de su hijo más que del de su ex marido. Nicolas Sarkozy se lo agradeció públicamente hace unos meses el día de la sonada boda del joven Jean con la heredera de un millonario empresario... Perdón. No sigo poque me estoy sintiendo indispuesto.
Pues bien. Esta historia es real. Es del siglo XXI. Es una historia de nepotismo, práctica habitual en tiempos de la Roma Imperial y posteriormente por los Papas de la Iglesia Católica.
¿En qué hemos avanzado? ¿En que somos capaces de ir a la luna?
Yo ya no sé si esos viajes astrales serán el turismo de futuro para esta clase de elegidos o para que esta clase de elegidos manden lejos a quien osen interponerse en tan brillante carrera profesional.
En cualquier caso, que tiemblen los selenitas.

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