miércoles, 5 de noviembre de 2008

... eres lindo.

José tiene una sonrisa muy sincera. Y una mirada pícara, dispuesta a las distancias cortas. Ambas se ayudan de un buen manejo de los silencios, dosificados con inteligencia. Es elegante en su manera de vivir; también en sus formas y en su vestimenta. Es un contador de historias; ocho décadas las alimentan. A poco que mires el brillo de sus ojos, sostengas la mirada y hagas un arqueo rápido de tus cejas, la luz ilumina su rostro y te habla con sencillez de sus viajes, con nostalgia de su amigo Fernando Quiñones, con orgullo de sus baños oceánicos en invierno… y cuando la alegría de los recuerdos le invade, se gira, mira a su amor y coge su mano entre las suyas. Con un orgullo saca una foto antigua en blanco y negro de su amor. Se acerca un poco más a mí, mantiene el suspense con uno de sus silencios, me sonríe y me revela que se van a Paris. Los dos sonríen cómplices. Tiene que enseñarle la Torre Eiffel, los bulevares, los puentes del Sena, Notre Dame,… Antes de irse me regala su sombrero. Se despide con un ya te contaremos.
Os espero.

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