viernes, 29 de agosto de 2008

te cuento... "Escaleras al mar".


Son reales. Bajan al mar. Las encontré por casualidad. A su lado encontré dos botellas vacías que con cautela retiré para hacer la foto; para cuando llegué, sin mensaje ya, claro. Eran litronas. Pero nadie ha dicho que unas litronas no puedan tener un mensaje. Alguien las pudo haber sacado del mar y quizás haya leído una nota que pudiera haber escrito otra persona desde un lugar remoto. Aunque, a decir verdad, esta ciudad es más bien pequeña y quieras o no, casi todos nos conocemos, y si el mensaje viniera de tan lejos, la novedad, la curiosidad y un incipiente chismorreo habrían delatado ya al misterioso suertudo que ha encontrado un mensaje en una botella. Sabríamos su apodo, alguno de los empleos de los que ha sido cesado y el perfil completo de la mujer con la que le puso los cuernos a la suya. No. El mensaje ha debido ser escrito en esta misma ciudad, por alguien conocido, o tal vez vaya dirigido a una persona conocida.
Desde el principio he descartado que el contenido del mensaje sea romántico por tratarse de algo tan difícil como que un lugareño escape a las cuerdas de su cotidianidad en su propia ciudad y escriba su sueño de vida que no vive, acostumbrado como está a disimular. Y si así fuera, al descubrirse, el mensaje nos llegaría viciado de envidias, de celos mal llevados y malsanas intenciones,...
Es por esto que pienso que la comprometedora viajera bien pudiera alojarse en el bolsillo de alguien anónimo (por ahora) que preferiría no haber encontrado ninguna nota. Podría tratarse de un mensaje peligroso. Y, en ese caso, cualquiera de nosotros podría ser su destinatario (por ahora, también anónimo).
Dije que eran litronas, y lo mantengo. Y que estaban vacías. Y lo estaban. No me preguntéis por qué: tengo una firme sospecha. Ahora, en este mismo momento, alguien va andando por una calle solitaria de esta ciudad, y una mano derecha, sudada, temblorosa, agarra con fuerza un trozo de papel doblado hasta en ocho veces.
Y se acerca a tu casa.
Ten cuidado.
Tengo una mala intuición.
No le abras.
Foto tomada en la Bahía de Cádiz, líquido de su tacita de plata. CÁDIZ.

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